sábado, 14 de junio de 2008

Eurocopa 2008

VILLA MARCA EL PRIMERO ANTE RUSIA



Villa acaba de marcar el primer tanto ante Rusia en la Eurocopa 2008. Es un pequeño momento de realización y retorno a la vacuidad de la mente. Liberación total del deseo, unión de libertad y necesidad, en ese instante efímero que se quema en la hoguera de las vanidades. Sensación que hará al jugador volver a correr desesperadamente en pos de aquel estado mental al que ahora es adicto y cuya ausencia se percibe como un punzante dolor. Actitud veleidosa que nos hace precipitanos, desesperadamente, ante cualquier deseo, en una "carrera incesante en pos de fantasmas que varían continuamente" , como una embarcación errática que navega sólo por donde el viento la lleva y que nunca podrá encontrar sosiego alguno. Así es el curso de la vida humana: como regla el hombre, cegado por la esperanza, danza precipitándose en los brazos de la muerte.

Los esfuerzos incesantes para desterrar el dolor no consiguen otra cosa que variar su figura: ésta es primordialmente carencia, necesidad, cuidados por la conservación de la vida. Al que tiene la fortuna de haber resuelto este problema, lo que pocas veces sucede, le sale de nuevo el dolor al paso en mil otras formas, distintas, según la edad y las circunstancias, como pasiones sexuales, amores desgraciados, envidia, celos, odios, terrores. Ambición, codicia enfermedades, etcétera. Y cuando no puede revestir otra forma toma el ropaje gris y tristón del fastidio y el aburrimiento, contra el cual tantas cosas se han inventado. Y aunque se consiguiese alejar éste, difícil sería que no volviese en cualquiera de las otras formas para empezar otra vez su ronda; pues entre el dolor y aburrimiento se pasa la vida.

Pero la mayor parte de las veces nos negamos a aceptar esta idea, como nos negaríamos a beber una medicina amarga, esta idea de que el dolor es esencial a la vida y no proviene del exterior, sino que cada uno de nosotros lo llevamos dentro de nosotros mismos, como un manantial que no se agota. Siempre buscamos una causa o un pretexto exterior del dolor que no se separa de nosotros; somos como el hombre libre que se crea un ídolo para tener un amo. Pues infatigablemente volamos de deseo en deseo, y aunque ninguna realización, por mucho que prometa, pueda satisfacernos y no ser más que un vergonzoso error, nos empeñamos, no obstante, en no comprender que estamos haciendo el trabajo de las Danaides y corremos incesantemente hacia nuevos deseos.

Y así continuamos hasta el infinito, siempre persiguiendo un nuevo deseo, hasta que encontramos uno que no podemos satisfacer y al cual tampoco podemos renunciar. Un deseo al que podemos culpar de ser la causa de nuestro sufrimiento, en vez de acusar a nuestra propia constitución. Este deseo particular nos hace enemigos de nuestra suerte, pero definitivamente nos reconcilia con la vida porque nos hace creer que el sufrimiento no es inherente a ésta, y nos aleja de la idea de que toda alegría o felicidad duradera es imposible. Aunque este proceso nos orienta ciertamente hacia la melancolía, ya que el hombre carga sobre sus espaldas un gran único dolor, que es este deseo al cual tiende sin poder satisfacerlo ni olvidarlo, y que nos hace ignorar alegrías y aflicciones menores.

Comentarios de Shopenhauer.
Argamasa de Titiriteiro y Armando López Muñoz

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