viernes, 26 de marzo de 2010

Disponemos de libre albedrío ó estamos sujetos al destino

Antes de nada, conviene aclarar que yo no soy ningún erudito. No soy un coleccionista de datos. No colecciono nombres ni fechas, más allá de los que voluntariamente se quieren instalar en mi. No me importan la fama, ó el dinero y hasta no hace mucho, tampoco me importaba mi propia vida.
El primer libro sobre filosofía que leí, cayó en mis manos por casualidad. Antes de leer ese libro ya le daba yo vueltas a un asunto que me obsesionaba: “disponemos de libre albedrío ó estamos sujetos al destino”. La perspectiva con la que yo analizaba esta cuestión era... vamos a denominarla científica. Supongo que mi formación ingenieril me condicionaba a ello. Ahora lo recuerdo con ternura y me doy cuenta de la cuasi-pueril (por no llamarla burda y torpe) aproximación de este enfoque. Disfrutaba sobremanera con las consideraciones mecanicistas de Laplace... ¡¡¡ y atesoraba tanta certeza!!!
Pero después de leer aquel libro, todo cambió. Se titulaba “el mundo de sofía” y me introdujo en el pensamiento de muchos filósofos. El que más me interesó en aquel momento fue Spinoza y su “ética demostrada según el orden geométrico”. Lo leí con atención varias veces. También a Platón y otros clásicos como Epicuro. Luego fueron cayendo otros filósofos más modernos: Shopenhauer, wittgenstein, Russell, etc... pero sobre todo Nietzsche del que he leído casi todas las obras y varias veces. Y siempre, durante todos estos años, cada uno de los días, se me aparecía la esfinge para plantearme el indescifrable enigma: “disponemos de libre albedrío ó estamos sujetos al destino”. No podría situar el día exacto en el que entendí que la filosofía no era el camino. Mi comprensión no alcanzaba las enigmáticas palabras de mi maestro: “hacia allí donde todo tiempo me pareció una bienaventurada burla de los instantes, donde la necesidad era la libertad misma, que jugaba bienaventuradamente con el aguijón de la libertad”... “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti. ”

Por aquel entonces había dejado de interesarme mi propia vida y de ese modo fui cayendo en la espiral del abandono. ¡¡¡ Quien me iba a decir a mi que esta sería la llave a la comprensión !!!
“Preguntas a un maestro Zen”. Cayó en mis manos también de casualidad. Inmediatamente mi olfato me puso sobre la pista. Con ese libro recuperé la motivación. Cayeron decenas de libros más, no solo sobre Zen, también taoístas y confucianos. Cuando tuve la oportunidad, fui al encuentro de un maestro Zen. Mi intuición en aquel momento ya estaba bastante madura. Le espeté mi Koan al maestro: “¿disponemos de libre albedrío ó estamos sujetos al destino?”. Estábamos en un seminario sobre el maestro Dōgen, del que Dokushô Villalba es un reputado especialista. La pregunta le dejó perplejo e intentó responder. Se levantó de la silla y se puso a dibujar líneas convergentes a un punto en una pizarra, luego prosiguió con la conferencia... y en el transcurso de aquella conferencia me fueron rebeladas por parte del maestro las claves para desentrañar el enigma. Las concepciónes del tiempo y del ser del maestro Dōgen sólo son accesibles a través de la no-mente. Realizar la comprensión está al alcance de cualquiera, pero ¡¡¡cuidado !!!: “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

Ahora me hace gracia leerlo: “disponemos de libre albedrío ó estamos sujetos al destino”. Me gusta más la formulación poética de Nietzsche: “hacia allí donde todo tiempo me pareció una bienaventurada burla de los instantes, donde la necesidad era la libertad misma, que jugaba bienaventuradamente con el aguijón de la libertad”. ¿Se me ha comprendido?