miércoles, 30 de abril de 2008

El Todo y la Nada

Disuelvete en el Todo,

concéntrate en la Nada,

abandona tus Apegos,

y perderás el Miedo

rompiendo así las cadenas.

lunes, 14 de abril de 2008

Un burdel kafkiano

Esa noche, había un ambiente de curiosa excitación en el burdel. Quizás más clientes de lo habitual. Las chicas tejían nerviosamente sus telas de araña, buscando con sus miradas y sus gestos las víctimas de esa extraña enfermedad de los instintos. La pequeña tarima, bajo el monitor de fotos porno, habitualmente desierta, había sido recuperada por alguna prostituta. Aferrada torpemente a esa barra brillante y metálica desde el suelo al techo, exhibía un lamentable espectáculo, de burdos contoneos. No pasó desapercibida para un caballero, pues terminado el cutre-show, éste, la tomo de la mano y se la llevó a pasar por caja.

Marciana, estaba sentada sobre un taburete de la barra del bar, firmemente atornillado al suelo, cuando entraron Max Estrella y Latino. Marciana ya había contemplado de cerca sus caras complacientes y pensó que en breve volvería a verlas. No en vano su profesionalidad la hacía acreedora de una cierta dosis de vanidosa autoestima, alimentada interesadamente por algunos de sus clientes. Segura de sí, decidió esperar en su escaño el advenimiento de los hijos pródigos. Pero Max Estrella y Latino se fueron directamente a otro hueco en la barra. Bueno !!!, pensó, en el local hay muchas chicas, es lógico que todavía no me hayan visto. Pero alrededor de Max Estrella y Latino otras sirenas ya gorgojeaban con sus trinos y enredos. Aconsejado por Max Estrella, Latino no tardó en desaparecer acompañado de un pedazo de ébano. La cosa no pintaba bien, así que Marciana decidió pasar a la acción. Pero Max Estrella ya estaba acompañado. Debido a ese esperpéntico sentido de la decencia en el burdel, no podía acercarse por las buenas a levantarle la presa a la otra zorra, así que se subió a la tarima y comenzó a bailar con toda la sensualidad que pudo. Después de un rato miró de reojo. Max Estrella seguía entretenido, sobando a la otra. Latino ya había volado. Necesitaba un golpe de efecto. Sujetó la barra entre sus manos con fuerza y tiró de su cuerpo hacia arriba. Comenzó a trepar. Seguro que ahora todos la mirarían. Calentar al público... Incluso Marcelo, el Gerente, estaría satisfecho de su labor. Ya estaba casi arriba cuando perdió la presencia de espíritu y sus fuerzas flaquearon. Sus manos ya no podían sustentar su cuerpo y con la barra entre las piernas se precipitó hacia el suelo.

Su cabeza batió lateralmente contra la fría losa abriéndose una brecha considerable de la que manaba su sangre fluidamente. El aparato de los dientes que llevaba instalado en la boca saltó por los aires producto del violento impacto, y rodó por el suelo hasta detenerse bajo el sofá, donde dos putas charlaban animadamente. Marciana, abochornada, decidió no moverse durante unos instantes y observar la reacción del público. Sobresaltados por el ruido, los que estaban cerca torcieron el cuello para ver que pasaba, pero en seguida retornaron a sus asuntos. Marciana, respiró aliviada. El aparato de los dientes no le importaba demasiado en ese momento. Además como le tocaba fregar esa noche, pensó que lo recuperaría a las cuatro, la hora de cierre. En cierta manera, era una suerte que hubiese ido a parar bajo el sofá, así nadie lo pisaría. Lo único que necesitaba ahora era sentarse en su taburete y amortizar el espectáculo que había dado. Estaba segura de que si llegaba al taburete y conseguía sentarse, algún cliente subiría con ella. Pero lo cierto es que no estaba en disposición de levantarse. Su cuerpo descoyuntado, descansaba tendido de espaldas, sobre su brazo derecho, que se había quebrado hacia atrás. Esta situación sumada a la sensación de mareo le impedían levantarse. Por otro lado, cerca de su cabeza, comenzaba a formarse un charco de sangre. Menos mal que le tocaba fregar a ella, pensó.

Comenzó a mover las piernas para desplazarse reptando, casi como un gusano. Deslizando su espalda sobre el suelo lubricado por la sangre podía moverse relativamente rápido hacia el taburete. Tras de sí, dejaba un reguero de sangre, que la seguía como un rastro. Su brazo derecho, bajo su cuerpo le incordiaba un poco, pero prefería no intentar incorporarse y liberarlo para no llamar la atención. A medio camino, un borracho tropezó con ella y casi se cayó al suelo. Marciana le pidió disculpas y el borracho le propinó una vengativa patada en un costado. Después, se perdió entre la gente de la barra. Hijo de puta ¡!!... pensó Marciana, y siguió reptando. Cuando llegó al taburete lo intentó, pero pronto se hizo patente que no podría encaramarse. Dos putas, en el taburete de al lado se dieron cuenta y se reían disimuladamente mirando la una para la otra. El bochorno empezaba a ser manifiesto, e iba a peor, ya que Marcelo el Gerente había cogido la fregona y limpiaba el reguero de sangre con sus propias manos. Si no hacía algo, pronto llegaría a su posición. Quiso escapar. Reptó hacia la puerta de la calle. Alguien observó la maniobra y caritativamente la abrió. Marciana no pudo ver quien era, pues tenía la vista nublada y se sentía algo mareada. Cruzó el umbral. La puerta se cerró tras ella. La gravilla pinchaba en su espalda. Fue arrimándose a una palmera. Llovía. Sentada sobre el suelo consiguió incorporar su cuerpo apoyándolo en el tronco del árbol. Levantó la cabeza para ver qué había frente a ella, pero la oscuridad de la noche en la cuneta de esa carretera secundaria era como un abismo. Las gotas de lluvia resbalaban por su pálida cara, de una tez que media hora antes se mostraba morena y radiante. Su boca entreabierta se cerró al igual que sus ojos conformando una extraña mueca de abandono. Su cuerpo se desplomó sobre un charco de agua, encogiéndose instintivamente en posición fetal. Era el momento en que el puticlub cerraba sus puertas y apagaba las luces. El ronroneo del coche del último cliente, enmudeció ahogado en el silencio sepulcral de la noche...