viernes, 11 de julio de 2008

Tiempos Modernos



En los últimos tiempos ha asaltado a los españoles, de forma sorpresiva, el temor a una crisis que “aparentemente”, nadie vio venir. (Espero que se haya entendido el entrecomillado a que tiene derecho el “aparentemente”). Hasta tal punto esto fue así, que el estado se permitió el lujo de entregar dinero a sus contribuyentes, invirtiendo los papeles de lo que el Estado es (o debería ser), a saber, un siervo de los ciudadanos que necesita ser mantenido por estos últimos y no al revés. Pero tal acto tan carente de sentido, y que implica dilapidar el crédito del Estado en una situación económica recesiva, es tan delator de la decadencia de la sociedad española, que merece la pena ser señalado con el dedo, e incluso reírse a carcajadas de nosotros mismos. Al fin y al cabo no hay nada más cómico que el payaso que acaba riéndose de sus propias tonterías y confusiones. Por lo tanto, lancémonos sobre nuestras propias confusiones para procurarnos esa carcajada que andamos buscando...

Temer al ente equivocado, ese es notoriamente, el más revelador de los sentimientos que delatan la confusión imperante. Se teme a la Crisis y no a la Decadencia en que desde hace tiempo se ha sumido el país. Es decir, se teme el empeoramiento de lo circunstancial y no de lo esencial que hay en nosotros como pueblo. Si alguien hubiera observado como se merecen, los debates entre los candidatos a la presidencia previos a las elecciones, habría notado que la confusión alcanza incluso a aquellos que nos han de gobernar. ¿Qué se puede esperar por tanto del rumbo del barco si el capitán y el contramaestre no saben a donde van? Uno no debería dejar de quedarse perplejo escuchando al jefe de la Oposición reprochar al Presidente del ejecutivo: “Es que usted ha sacado al etarra de la carcel”, “Es que usted ha dejado que el partido de los terroristas se presente a las elecciones”, etc... ¿Pero es que ningún “primo” ha tenido la cortesía de explicarle a este hombre quién fue aquel famoso ilustrado llamado Montesquieu? ¿O es que acaso, la nula implementación de la separación de poderes ya resulta tan evidente a todos los ojos, que no es ya necesario el fingir que existe? ¿O es que quizás a nadie le importa? O peor aún... ¿es que nadie lo sabe? Pero si sólo hace falta coger cualquier periódico para ver cómo los políticos negocian, cómo mercadean, con las plazas del CGPJ, el que se supone máximo órgano de control del poder Judicial. ¿Existe alguien suficientemente ingenuo para seguir creyendo en la “separación de poderes” propias de los “estados modernos”, si hasta el Fiscal General del Estado es puesto a dedo por el ministro de turno?

Separación de poderes... Una de las máximas del gobierno ZP cuando alcanzó el poder era “devolver al Rey su importante rol dentro del engranaje del Estado”. ¿Pero es que acaso corresponde al jefe del ejecutivo dar ó quitar poderes al Jefe de un “Estado moderno”? ¿No requeriría eso acaso de una reforma constitucional ó al menos de alguna ley? ¿Pero para qué molestar al Rey? Bastantes quebraderos de cabeza le reporta ya al hombre su máxima preocupación, a saber, perpetuar su estirpe como cabeza del Estado; motivo por el cual, ha limitado toda su aportación política al discurso televisado de Navidad, dejando así huérfano de dirigentes a este Estado tan moderno, siguiendo la estrategia: “el que no hace no yerra” es mejor que el “que te calles”. Incluso, debido a su mutismo, se le tachó de “tonto” durante la Transición; y decía Baltasar Gracián en su Arte de la Prudencia: “tontos son todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”... Y qué no decir del Senado... ese cementerio de políticos retirados, que por no tener, ni siquiera tiene capacidad efectiva de veto.

Pero basta ya de lánguidas apreciaciones. Cualquiera que haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí, corre el riesgo de confundir la Causa con el Efecto; cuestión que, si uno se fija, sucede en numerosas ocasiones. Un famoso proverbio: “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”; dicho que, aplicado a las “Democracias” (luego me cebaré con esas comillas) se torna más veraz. Cuando uno vaya al bar a tomarse una copa, no dejará de oír esas conversaciones de taberna en la que ciertos individuos, a voz en grito, claman contra la incompetencia de nuestros políticos. Sugiero que, en tales ocasiones, se acerque al charlatán de turno para preguntarle cuál es el nombre del diputado que salió elegido con su voto. Le apuesto a que el charlatán no sabrá decirle el nombre del primer candidato de la lista a la que votó, ¿lo sabe usted?; a no ser que... ese candidato sea el candidato a la presidencia; es decir, que acierte por casualidad. El desconocimiento por parte del populacho de la más elemental información acerca del sistema electoral, por ejemplo, el nombre del representante que debería rendirle cuentas, diluye la responsabilidad del parlamento. Aquí hay una enorme deriva entre el funcionamiento teórico (de representación provincial) y el funcionamiento efectivo (presidencialista) del sistema de elección; hasta tal punto, que los partidos que verdaderamente más se acercan al funcionamiento teórico previsto en la Constitución (¿pero quién la ha leído?) son los nacionalistas, pues representan a un pequeño conjunto de provincias a las que rinden cuentas con una responsabilidad claramente definida. En contraposición, se sitúa el voto presidencialista que no rinde cuentas “provinciales”, sino que responde a la llamada “disciplina de partido”. De esta anómala situación, sacan provecho los partidos nacionalistas, que con sus pocos diputados, resultan ser claves para la gobernabilidad del país; provecho que se traduce en dinero (gasto) ó en influencia (cargos) para sus autonomías.

Volviendo a las comillas de la “Democracia” española; si uno considera que la Democracia es la elección por parte del Pueblo de unos dirigentes que les representan y defienden sus intereses; y que éstos a su vez rinden cuentas a sus representados de sus actos a nivel político sobre una base provincial; y que elegir es conocer, hacerse un juicio y tomar partido... Si uno toma en consideración la precaria separación de poderes; el escaso conocimiento por parte de la grey del sistema de elección y del funcionamiento teórico de las instituciones; las bases directivas reales sobre las que operan instituciones como la Monarquía, el CGPJ, el Senado, la TV pública,...; el funcionamiento de los partidos políticos y a quiénes éstos realmente rinden cuentas (es decir, el cómo se financian...); entonces, ¿es “Democracia” el nombre que merece nuestro sistema político? ¿O es más bien como una partida de ajedrez en la que dos bandos se disputan el dominio del centro del tablero, usando piezas más ó menos poderosas pero carentes de voluntad propia? ¿Cuál es la voluntad que mueve las piezas? ¿Quien controla los partidos políticos? ¿Quién los financia? ¿A quién rinden cuentas?

Se habla de la Crisis como el gran problema de nuestro País. El gran azote no es la crisis... es la Decadencia, es la falta de gusto por los asuntos relevantes, por enfrentarse a los problemas de frente. Basta encender la TV en cualquier canal para entender cuál es hoy el gusto de los españoles. Programas que exhiben fingidas inmundicias de esperpentos en “reality shows”, telediarios que parecen revistas para adolescentes, publicidad y más publicidad. ¡¿ Y hubo un presidente que creyó que el problema era de la programación, y no de los televidentes !?; ¡¡¡ que pensó que la solución era eliminar los “reality shows”!!! Tapar la inmundicia; echar el polvo debajo de la alfombra. Pero al menos, olió el problema. Hoy el gusto “español” es agachar la cabeza como la avestruz y no querer ver los peligros, no enfrentarse con ellos. ¿Le es lícito a un presidente del gobierno presumir el 9 de marzo de “la marcha de la economía”, regalar el dinero del estado y anunciar una grave crisis tres meses después, sin perder toda sus credibilidad? ¿Pretenden convencerme de que no sabían lo que se avecinaba, cuando cualquier patán que tome un periódico una vez por semana lo veía venir? Pero el españolito de a pie, quería seguir creyendo en el pelotazo urbanístico, porque la cultura del pelotazo forma parte de nuestra decadencia, nuestra corrupción inherente; la cabra tira al monte, al español le gusta creer en jauja. Necesita una canción de cuna para dormirse y no pensar en los peligros. Y como en todo timo y estafa piramidal, el individuo que es timado, cae víctima de su propia avaricia. ¿Han escuchado como se merece, a individuos hablando de lo que valen cuatro paredes? La “generación de españoles más preparada de toda la historia” se ha dicho... Si así fuera, la directiva más importante que marca el rumbo del gobierno, no sería el MARKETING !!! Pero los grandes partidos con vocación de gobierno son torres de Babel, una amalgama de idearios irreconciliables que una vez yuxtapuestos conducen a la incongruencia indefendible, no a la generación de grandes modelos que sirvan de brújula al gobierno y por tanto, sólo defendibles desde el márketing. Por eso nuestra nueva política energética se apoya en la energía solar...

No hay comentarios: