martes, 4 de noviembre de 2014

Lecciones de la historia

¿Por qué una persona que ha tirado pintura a una piscina en una protesta callejera es condenada a 2 años de cárcel, mientras que alguien que ha robado millones va solo 9 meses? Comunicado de Podemos Central
Sí... Matas, exministro del PP, irá 9 meses a la cárcel. El gobierno no se ha atrevido a indultarlo, a pesar de que el año pasado hubo en España más de 400 indultos. Sin embargo, la idea de la “Regeneración Democrática” está en la calle, y muy pocos (ni tan siquiera dentro del PP) entenderían la concesión de tal medida de gracia en un momento en el que incluso se discute el aforamiento del Rey jubilado.

Otro ejemplo: Baltar enchufó, presuntamente (lo que hay que escribir a veces...) a más de 100 personas en la diputación de Ourense para (presuntamente...) comprar apoyos políticos afines a la candidatura de su hijo. Una sucesión dinástica en toda regla al frente de la diputación. El fiscal pide una pena “ejemplar” para el caso: la inhabilitación por 10 años de un hombre que ya está jubilado... Cualquiera que tenga dos dedos de frente entenderá que no se trata de una pena ejemplar. Por no tratarse, ni tan siquiera se trata de una pena...

Podría poner muchos más ejemplos (Bárcenas, Urdangarín, Blesa, MAFO,...), pero creo que el avezado lector ya sabrá por donde van los tiros: en España la tan cacareada Separación de Poderes es una quimera. El gobierno es capaz de manejar la Justicia hasta el extremo de inhabilitar jueces molestos (a Garzón), hacerles la vida imposible (a Silva), o por lo menos entorpecer su labor hasta extremos esperpénticos (a Castro), caso, este último, en que uno puede llegar a confundir la actuación del fiscal anticorrupción con la del abogado defensor.

El gobierno es capaz de perpetrar estos desmanes, en base, principalmente, al control que ejerce sobre el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) y la Fiscalía, donde los Partidos (cuando no directamente el ministro) deciden a dedo quién ocupa cada silla. Los estómagos agradecidos rara vez muerden la mano que les da de comer. Dívar, presidente del Supremo y del CGPJ dimitió por el escándalo de los viajes, después de un largo periplo aferrado a su presunción de inocencia sin “tener conciencia de haber hecho nada malo”. Álvarez de Miranda, presidente del Tribunal de Cuentas, espera “recuperar la confianza de la sociedad" con las explicaciones que dará en el Congreso sobre el por qué tiene a tantos familiares contratados en la institución y a quién ha contratado las obras...

Marino Faliero

En fin, podría seguir, pero eso no es lo importante ahora. Mi intención es contrastar esta “sensación” del estado de la Justicia en España, con una odiosa comparación. Estaba hace años de visita en el Palacio Ducal de Venecia, cuando entré en la sala del Gran Consejo. Ahí pueden verse una interminable hilera de retratos de los sucesivos y poderosos dux (magistrado supremo y máximo dirigente de la República Marítima de Venecia). Es fácil que el detalle pase desapercibido, pero uno de los retratos de un dux del siglo XIV está sobrepintado con una capa de pintura negra. Una inscripción en latín de 1570, nos informa de que el retrato se retiró en virtud de los delitos del dux: «Este es el sitio de Marino Faliero, decapitado por sus crímenes». Esta inscripción sustituye a otra anterior donde se especificaba el delito de traición. No voy a entrar en la controvertida historia de por qué la máxima autoridad y hombre más respetado de la Venecia de entonces (además de septuagenario) intentó dar un autogolpe. Lo que más me asombra del caso es que este hombre de un poder y un prestigio sin igual, no pudo evitar que se llevase a cabo una investigación a fondo. Todos los conspiradores fueron descubiertos y ahorcados de las ventanas del palacio ducal, amordazados para que no pudieran gritar consignas subversivas. Faliero no tardó en ser delatado por sus compinches, siendo decapitado en el mismo sitio donde meses antes había sido coronado. Faliero fue el único dux de Venecia arrestado y condenado por su propio gobierno, lo cual daba cuenta del eficaz sistema de vigilancia en el cual se basaba esta República, así como la impotencia del propio dux para sustraerse a la vigilancia del Estado.
Vamos, igualito que en la España contemporánea...

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