martes, 4 de noviembre de 2014

ANTISISTEMA

El desengaño

Un sistema político que fía su buen funcionamiento a la voluntad férrea y obstinada de sus integrantes hacia la honestidad, el virtuosismo y en definitiva, el bien común, está abocado al fracaso. Porque (y en esto lamento tener que desengañar al pobre lector) nuestros representantes políticos, no son precisamente la versión moderna de los antiguos profetas. Gran número de ellos, no es que sean del montón, es que dejan mucho que desear incluso comparados con la mediocridad más absoluta.

En general nuestros representantes son malos porque los elegimos mal. Nosotros elegimos a nuestros representantes, por lo que nuestra es la responsabilidad de que no “den el resultado esperado”. Sin embargo, hay algo más...


Alegoría en la cadena de montaje

Hagamos una analogía de nuestro sistema político con, por ejemplo, una cadena de montaje. Supongamos que todos los puestos de la cadena están ocupados por personas de máxima cualificación y experiencia, pero que la cadena está mal diseñada. Por muy bien que los trabajadores pudieran hacerlo, nada bueno podría salir de ahí. Si por añadidura, los trabajadores fueran malos, la cosa sería mucho peor. Y en el peor de los casos, si los trabajadores aprovechasen su trabajo en la cadena para robar a la empresa, probablemente acusarían de “antisistema” al ingeniero que ha venido para rediseñarla...

La partitocracia

El sistema político español ha devenido en lo que se conoce como una “Partitocracia”. Es una degeneración de la democracia en la que normalmente dos grandes partidos políticos (bipartidismo) copan por turnos todo el poder del estado. Definida por el político y ensayista Gonzalo Fernández de la Mora como: "aquella forma de Estado en que las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva".
Oligarquías

¿Existen tales oligarquías en España? Hagamos un chiste:

El guardián de la tumba del Valle de los Caídos destapa la tumba de Franco y este interesado por comprobar que lo dejó todo atado y bien atado pregunta:

* ¿Quién gobierna ahora España?

- Aznar

* Hombre, aquel periodista...

- No, mi general, su hijo.

* Y de los asuntos de la comunicación, ¿quién se ocupa?

- Pío Cabanillas.

* Claro, ya le tuve yo de ministro.

- No, mi general, es su hijo.

* Ya, bueno. Y a las Vascongadas, ¿a quien hemos mandado?

- A Oreja.

* Otro ministro mío, perfecto.

- No, mi general, es el sobrino, Jaime Mayor Oreja.

* ¿Y a Galicia?

- Fraga

* El nieto de mi ministro, claro..

Presidentes y jefes de la oposición que compartían pupitre... ¿Cómo es eso posible en un país de más de 40 millones de habitantes? ¿Casualidad? ¡ No, oligarquía ! Más popularmente conocida como LA CASTA.

¿Existe la política fuera de los partidos?

Estas oligarquías han buscado su hueco copando los puestos más relevantes en los partidos políticos, ejerciendo así un férreo control sobre todo el sistema. Poco a poco han ido dificultando, hasta su casi eliminación, cualquier elemento de participación política ciudadana que no pase por las entidades que ellos controlan: los partidos. Como ejemplo podemos citar la iniciativa legislativa popular y cómo han ido aumentando el número de firmas necesaria para proponerla. ¿Medio millón de firmas para una iniciativa legislativa popular? En las historia de nuestra decadente democracia, solo 12 lo han conseguido hasta ahora. Casi ninguna fue admitida, otras caducaron o se retiraron...

La ilusión de la elección

Afirmamos que estas oligarquías, controlan los partidos. Un término más periodístico para denominarlas es el de “barones”. Es un término muy asociado con el poder autonómico pero con claras conexiones a nivel estatal. Por ejemplo, en la baronía andaluza Chaves decidió que su sucesor sería Griñán y cuando este se vio asediado por el escándalo de los ERE, se refugió en su aforamiento senatorial dejando a Susana Díaz en su lugar. La conexión estatal se produce porque Susana Díaz se decantó por Sánchez como secretario general del partido.

Como resultado de todo este proceso de control, resulta que el ciudadano tiene una falsa noción de elección. En realidad cuando vota bajo el imperio de una lógica bipartidista, lo único que decide es qué oligarquía copará el poder en un momento dado.

La ilusión de la soberanía ciudadana

¿A quien representan pues nuestros diputados? Usted les vota y por tanto cree que los ha elegido. Es probable que usted crea que los diputados le representan... Pero lamentablemente, esto no es así. Los diputados no representan más que a las oligarquías que dominan sus respectivos partidos. El instrumento de esta anulación de la soberanía ciudadana se denomina “disciplina de voto”. A través de la disciplina de voto los diputados del PSOE representan a la cúpula en Ferraz. Los diputados del PP representan a la cúpula en Génova. La cosa no pudo ser más evidente cuando se organizó la sucesión de Felipe VI. El PSOE por ejemplo, ese partido de “alma republicana”, impuso la “disciplina de voto” a sus diputados. Los díscolos fueron multados. Pero no nos equivoquemos, el verdadero sistema de control no son las multas de 500 € a diputados que levantan 5000 € al mes entre unas cosas y otras....

El castigo

Las cúpulas oligárquicas de los partidos controlan a su personal a través del mecanismo de las listas cerradas. Los diputados díscolos son directamente apartados de las listas... como se suele decir en las esferas políticas: “el que se mueva, no sale en la foto”. La única manera, pues, de hacer carrera política consiste en aprender a “comulgar con ruedas de molino”; y de expertos en eso, está el parlamento lleno. Los diputados votan como muertos, como zombies. Las decisiones de gobierno se imponen a través de la autoridad superior del gobernante en ausencia de debate real.

¿Quien decide qué?

Los parlamentarios se convierten pues en meros espectadores de pactos y decisiones que se toman muy lejos del parlamento, en los cuarteles generales de los partidos. Ni tan siquiera deciden los debates que deben tener lugar. Hasta esa mínima libertad de expresión les es coartada y las rectificaciones a “meteduras de pata”, y “matizaciones” de cosas que “no se quisieron decir” están a la orden del día en la prensa. Como dice Pedro J., 'jamás ha habido en democracia una concentración de poder como la actual'.

Los partidos se convierten así en sepulcros blanqueados: resplandecientes por fuera, pero podridos por dentro. Aquello que se pensara como medio para alcanzar el fin de la representatividad ciudadana, se convierte en un fin en sí mismo. El Estado de Derecho, se convierte en un Estado de los Partidos y toda sugerencia de cambio es combatida con una acusación (esta sí realmente populista) de “antisistema” por parte de aquellos que ejercen el control y por sus marionetas, a través de una retórica vacía: la constitución es intocable... no abramos el melón...

Preocupación ciudadana

Todas estas anomalías sistémicas no son bien percibidas por los ciudadanos. Lo que el ciudadano percibe con gran alarma es el creciente aumento de los casos de corrupción en una situación de gran crisis. Pues bien, yo sostengo que hay una relación directa entre el mal funcionamiento del sistema, la corrupción y la crisis. De la siguiente manera:

La tesis

El mal funcionamiento del sistema ha propiciado que ciertas oligarquías copen las cúpulas de los partidos. A través de los años han reducido al mínimo los espacios de participación política que les son ajenos. El control ejercido por esta casta es de tal magnitud que controlan los posibles efectos del poder judicial a través de mecanismos como el aforamiento, el indulto o el monopolio de las nominaciones a toda entidad “independiente”. Gracias a estos mecanismos se han podido implementar políticas nefastas y opacas para el conjunto de la población que han favorecido los intereses de determinados grupos económicos sin ninguna repercusión penal (corrupción). Esta situación continuada a lo largo de los años ha devenido en la crisis que padecemos actualmente.

Solución

El objetivo de toda persona de bien en este país para atajar verdaderamente esta crisis debe ser acabar con este bipartidismo ramplón en el que malvivimos. Un voto al PP o al PSOE es un voto perdido en esta batalla. Es perfectamente lícito que a una persona no le guste Podemos, por lo que sea (de hecho a mi no me gusta): por su programa electoral, por el careto de Pablo Iglesias,etc... pero Podemos no es el único partido que propone listas abiertas, acabar con los aforamientos, acabar con los indultos, que aboga por que toda la información contable de las instituciones públicas sea pública, etc... Es decir, que aboga por cambiar el sistema. Pablo Iglesias prometió acatar la Constitución 'hasta que los ciudadanos la cambien para recuperar la soberanía'.

¿Y tu? ¿Eres antisistema?

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