viernes, 18 de noviembre de 2011

Neverending story

Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado, soy el pueblo.»
¡Es mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida.
Aniquiladores son quienes tienden trampas para muchos y las llaman Estado: éstos suspenden encima de ellos una espada y cien concupiscencias.
Nacen demasiados: ¡para los superfluos fue inventado el Estado! ¡Mirad cómo atrae a los demasiados! ¡Cómo los devora y los masca y los rumia!
«En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo ordenador de Dios» - así ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen orejas largas y vista corta se postran de rodillas!
¡ Héroes y hombres de honor quisiera colocar en torno a sí el nuevo ídolo! ¡Ese frío monstruo - gusta de calentarse al sol de buenas conciencias! ¡ Quiere que vosotros le sirváis de cebo para pescar a los demasiados!

¡Ved, pues, a esos superfluos! Roban para sí las obras de los inventores y los tesoros de los sabios: cultura llaman a su latrocinio - ¡y todo se convierte para ellos en enfermedad y molestia!

¡Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.

¡Ved, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres. Quieren poder y, en primer lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, - ¡esos insolventes!

¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad.Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - ¡que la felicidad se sienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono - y también a menudo el trono se sienta en el fango. Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores y fanáticos. Su ídolo, el frío monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos idólatras.

Ya han llegado al trono los monos trepadores y han visto el fango y olfateado esa inmundicia y pasado frío; y ahora han inventado un nuevo destino hacia el que partir, cabalgando sobre el frío Estado. No podemos ver la cúspided del castellet, edificado sobre el lomo domado del dragón Estado, ya que pocos son los monos que allí habitan. Son los más trepadores y ágiles de todos y permanecen ocultos a las miradas indiscretas. Penden unos de otros, pero ninguno puede soltarse, pues caerían todos juntos pisoteados por las poderosas extremidades del dragón. Hace calor allí, en ese nido que han creado sobre la escarcha. Le han puesto grilletes al viejo ídolo Estado y ahora le están poniendo las bridas al otrora poderoso dragón. Pronto lo azuzarán a látigo para poner rumbo a su nuevo Shangri-La. Y a su látigo llámanle Deuda soberana. Así embridan al dragón y lo conducen hacia... la nada.

Dejadlos, hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus concupiscencias? ¡Es mejor que rompáis las ventanas y saltéis al aire libre! ¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos de la idolatría de los superfluos! ¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos sacrificios humanos! Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos. Aún hay una vida libre a disposición de las almas grandes. En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!
Allí donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo: allí comienza la canción del necesario, la melodía única e insustituible. Allí donde el Estado acaba, - ¡miradme allí, hermanos míos! ¿No veis el arco iris y los puentes del superhombre?

Mas, ¡¡¡ Ay hermanos !!! ¿Qué será de los prohombres del pueblo? En el mundo las mejores cosas no valen nada sin alguien que las represente: grandes hombres llama el pueblo a esos actores. El prohombre cree siempre en aquello que mejor le permite llevar a los otros a creer... ¡a creer en él! El pueblo comprende poco lo grande, esto es: lo creador. Pero tiene sentidos para todos los actores y comediantes de grandes cosas. En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: - gira de modo invisible. Sin embargo, en torno a los comediantes giran el pueblo y la fama: así marcha el mundo. Pero ahora esos monos, creadores de un pseudo-valor, permanecen ocultos y los prohombres no tiene nada a lo que aferrarse; nada que vender. Donde acaba la soledad, allí comienza el mercado; y donde comienza el mercado, allí comienzan también el ruido de los grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas. ¿Qué será de los comediantes que no tienen historia que contar?...

Huye, amigo mío, a tu soledad y allí donde sopla un viento áspero y fuerte. No es tu destino el ser embaucado por prohombres sin comedia, ni pisoteado por dragones cabalgados por monos trepadores.

Así habló el hijo de Zaratustra.

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